Desde el 2018 hay más nicaragüenses que nunca en Costa Rica. La crisis política y las decisiones del régimen de Daniel Ortega han acelerado un proceso migratorio que, de todas formas, ha sido constante desde la década de los setenta.
Nicaragua es un país de 6.6 millones de habitantes y según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), hasta junio de 2020, ya habían migrado uno de cada diez nicaragüenses de su país. Es decir, unos 718,000 nicaragüenses.
Por ser un país fronterizo con Nicaragua, Costa Rica ha sido el destino preferido de los nicas migrantes, dice Diálogo Interamericano, un grupo experto en gobernabilidad y desarrollo con sede en Washington, en su informe “Los migrantes nicaragüenses en Costa Rica: Vulnerabilidad e implicaciones de su integración”, publicado en abril de 2022.
Este equipo, en colaboración con el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP) se dieron a la tarea de revisar las cifras nacionales e internacionales, entrevistar a funcionarios de organizaciones que trabajan con migrantes y a responsables gubernamentales para tomar el pulso de cómo viven en realidad los nicas en Costa Rica. Conversaciones en profundidad con Iván, Consuelo, Kevin, Camilo y José Jesús, nicas de a pie, también revelan las dificultades y las oportunidades que les ha dado esta tierra centroamericana.
Costa Rica: Un país de acogida
Hasta el 31 de diciembre de 2021, había 584,285 extranjeros (un 10% del total de habitantes de esa nación centroamericana) viviendo en Costa Rica. Esa es la fecha más reciente que reporta la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME) de ese país. Y entre ellos, la mayor población —66% —, proviene de Nicaragua: 384,894 personas con algún tipo de residencia temporal, permanente o con categoría especial, en la cual se incluyen a trabajadores temporales, estudiantes, refugiados, apátridas, artistas y muchas más.
No obstante, fue en 2022 cuando llegó la mayor cantidad de nicaragüenses de los últimos años a Costa Rica y aún no se conocen las cifras oficiales. Diálogo Interamericano calcula que solo ese año migraron otros 100,000 nicas a ese país, y eso sin contar los que viven allí en situación irregular, pues no han tramitado sus permisos legalmente.
“Hay una cifra desconocida importante porque hay muchas personas nicaragüenses que permanecen en la irregularidad y que no van a solicitar ningún tipo de categoría migratoria”, dijo para esta investigación la coordinadora de la Unidad de Refugio de la Dirección General de Migración y Extranjería, Esther Núñez. De ahí, el hecho que la cifra oficial se queda corta.
Sin embargo, los datos oficiales de la institución de Migración indican que la comunidad nicaragüense en Costa Rica es la más numerosa, seguida por los estadounidenses, colombianos, venezolanos, salvadoreños y chinos.
¿Por qué migran los nicaragüenses?
Ha habido al menos seis etapas de la migración de nicaragüenses a Costa Rica, según Diálogo Interamericano. La mayoría coincide con los picos de las crisis sociales y políticas que Nicaragua ha vivido en su historia reciente.
“La migración nicaragüense hacia Costa Rica es de larga data y se intensifica, a partir del siglo XX, después del terremoto de Managua de 1972”, indica Diálogo Interamericano. Los demás ciclos fueron impulsados por la Revolución Sandinista en 1979, la guerra civil entre 1981 y 1990, la etapa posguerra en los noventa, la modernización costarricense a inicios del siglo XXI, y el repunte migratorio de los últimos años por el recrudecimiento de la crisis política en Nicaragua.
En 2018, el gobierno de Daniel Ortega reprimió las protestas sociales y provocó la muerte de 358 personas, según cifras de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Desde entonces, ha clausurado más de 3.200 organizaciones civiles; tiene al menos 35 presos políticos; ha perseguido líderes sociales y despojado de su nacionalidad y de sus bienes a más de 300 personas. Bajo el gobierno de Ortega, que ya cumple 17 años en el poder y ha perseguido a todos sus opositores, la migración de sus ciudadanos se ha disparado. Cifras del Banco Mundial indican que el país ha crecido económicamente en 2022, pero la pobreza sigue muy alta (alrededor del 43%) y el empleo formal muy bajo. Esto también los empuja a salir a buscar mayores oportunidades en Costa Rica, un país democrático y más rico.
Además de Costa Rica, los nicas también han migrado en gran número a otros países como Estados Unidos, España, Panamá y Canadá.
Un hogar lejos de casa
Los nicaragüenses que llegaron a Costa Rica a mediados del siglo XX han hecho una vida en este país. Algunos incluso han adquirido la doble nacionalidad y Costa Rica se ha convertido en su hogar. Iván Flores es un ejemplo de estos migrantes.
A finales de los noventa, Flores decidió que ya no quería ser camarógrafo de televisión y que fundaría su propia empresa, así que montó una productora audiovisual para hacer comerciales televisivos. Le estaba yendo muy bien, sobre todo cuando ganaba las licitaciones para hacer publicidad a instituciones del Estado, pero eso se acabó cuando Daniel Ortega regresó al poder en 2007.
“Cortaron que las instituciones del Estado pudieran dar a hacer spots (comerciales) a productores independientes, si no que las hacían empresas de ellos mismos (familia Ortega)”, cuenta Iván. Su negocio se vino abajo hasta quedar en bancarrota.
Junto a su esposa Consuelo Molina y su hija de 8 años, Iván migró a Costa Rica en 2009 buscando una mejor condición de vida. Consuelo es pediatra y en Nicaragua estaba desempleada.
Llegaron de manera regular, pero los primeros años en Costa Rica fueron complicados para esta familia. “Dormíamos en un apartamentito que alquilan cuando uno recién viene, que te pasan las cucarachas por la cabeza y escuchas donde van volando. Hoy me da risa, pero es triste cuando lo vivimos”, relata Iván.
Su hija empezó a estudiar en un colegio en donde le hacían bullying, según Iván, por ser nicaragüense. “Le guiñaban el cabello porque era nica, la enllavaron (encerraron) en el baño porque era nica. Una vez la quisieron lanzar de unas escaleras de un auditorio donde estaban jugando y una amiguita de ella las detuvo”, recuerda.
La familia se dedicaba a la venta ambulante de nacatamales, tortillas y otros alimentos para subsistir, hasta que, varios años y trámites después, Consuelo pudo homologar su título de pediatra y consiguió empleo en un hospital.
El estilo de vida de la familia mejoró. Alquilaron una casa con mejores condiciones y cambiaron a su hija de colegio; sin embargo, Iván se sentía frustrado porque no había podido conseguir un trabajo.
Él se iba por las calles de Heredia, una ciudad al norte de San José, la capital costarricense, con una vieja cámara ofreciendo a pequeños negocios hacerles comerciales televisivos. Probó en carnicerías, panaderías, microfinancieras, hasta que, en una barbería, una señora le aceptó la propuesta.
Tiempo después conoció a unos religiosos que le dijeron que querían hacer un programa televisivo, así que Iván improvisó un set en la sala de la casa y con la pequeña cámara pudo grabarles el programa. Después gestionó la transmisión de ese programa en un canal local, y le explicaron que solamente debía enviar un enlace por internet y empezar a grabar la señal en vivo.
“Para mí era maravilloso ver cómo lo que estábamos grabando ahí se miraba en la televisión”, cuenta Iván. Así fue como nació su canal Ticavisión, en 2014.
Ahora, Ticavisión es un canal dedicado a la comunidad nicaragüense en Costa Rica que transmite las 24 horas del día para dos operadoras de televisión por cable, y se encuentra en gestiones para transmitir en una tercera. Su equipo de colaboradores es de siete personas, seis nicaragüenses y un costarricense.
Consuelo sigue trabajando para un hospital costarricense y la hija de ambos está estudiando una carrera universitaria. Todos tienen doble nacionalidad.
Refugio cercano
Otros migrantes nicaragüenses son residentes en Costa Rica, o pueden trabajar transitoriamente en el país, son estudiantes, artistas o deportistas. Pero a partir de 2018 la condición de refugiado o solicitante de refugio ha repuntado, según las cifras de Migración.

Kevin Martínez, un joven de 17 años, llegó a Costa Rica el 31 de diciembre de 2022 a pedir refugio. En Nicaragua era un monaguillo de la Iglesia católica, pero decidió salir del país porque agentes policiales lo golpearon y amenazaron.
– Lástima que no tenés 18, porque si no, ya estarías bien guardado (preso) – le dijo un agente policial.
Kevin creció en medio de una familia de escasos recursos y muy religiosa. A los cuatro años se involucró en las actividades de la Iglesia Católica junto a su abuelo, que era muy devoto de la Virgen de Candelaria, la Santa Patrona de Diriomo, de donde son originarios.
Cuando cumplió cinco años, se convirtió en monaguillo de una parroquia. Antes de salir a Costa Rica, Kevin fue asignado a otro templo en el municipio Nandaime, cerca de su natal Diriomo, en la zona oriental del país.
Ese 31 de diciembre de 2022, Kevin se dirigía a su pueblo natal, Diriomo, para recibir el año nuevo con su familia, después de haber ayudado en una parroquia de Rivas, departamento fronterizo con Costa Rica.
El monaguillo iba a abordar un bus, pero en el camino se le cayó la vestimenta que usa en cada misa. Recogió la prenda y, mientras le limpiaba el polvo, una patrulla policial se detuvo frente a él.
Un agente le pidió su identificación y, cuando vio que era miembro de la Iglesia Católica, lo golpeó en el estómago. El joven cayó al suelo quejándose de dolor y el agente pronunció la amenaza que el monaguillo no ha olvidado.
No era la primera vez que Kevin era amenazado por un policía. La madrugada del 31 de mayo de 2022, un comisionado le había hecho una advertencia similar.
Esa madrugada Kevin dormía en la parroquia Jesús Nazareno de Nandaime, pero el ruido de los motores de varias patrullas policiales en la calle lo despertó. Estaba solo en el templo y escuchó que tocaron la puerta. Él abrió y vio al agente.
— Entréganos al padre. Ya sabemos que está aquí – le dijo.
— Aquí no está el padre Manuel.
— Entrégalo o te atenés a las consecuencias.
— De verdad, aquí no está el padre. Pueden pasar a revisar si quiere.
La policía buscaba al sacerdote Manuel Salvador, un crítico del gobierno de Ortega que fue detenido un día después de que ese comisionado habló con Kevin. El religioso sigue en prisión hasta hoy.
El comisionado no entró, pero antes de irse, lanzó la amenaza contra el monaguillo: “Te atenés a las consecuencias, pues”.
Esas amenazas y la agresión que recibió el 31 de diciembre, hicieron que Kevin cambiara a último momento su destino. Ya no iría a Diriomo a ver a su familia y celebrar el Año Nuevo, sino que partió hacia Costa Rica, cruzó de manera irregular y solicitó refugio. Tenía temor de ser encarcelado.
Entre 2018 y 2022, Costa Rica ha recibido 197,060 solicitudes de refugio de nicaragüenses, 40% de ellas en el último año, según las estadísticas de Migración. Sin embargo, solo ha aprobado 6,395 solicitudes (un 3,2% aproximadamente). La gran mayoría sigue en espera de definición.
La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) advirtió, a través de una nota de prensa publicada el 25 de marzo de 2022, que “el número de personas de Nicaragua que buscan protección en Costa Rica supera el total de refugiados y solicitantes de asilo que hubo en la década de 1980 con las guerras civiles centroamericanas, momento en que Costa Rica se convirtió en un santuario para quienes huían de la violencia”.

La coordinadora de la Unidad de Refugio, Esther Núñez, explica que los nicaragüenses representan el 92% del total de solicitudes que ha recibido Costa Rica desde 2018, lo cual ha rebasado la capacidad de las autoridades migratorias.
Antes de 2018, no era muy común que los nicaragüenses solicitaran refugio. Las cifras de Migración indican que entre 2012 y 2017, se recibieron las solicitudes de refugio de apenas 195 nicaragüenses. “Eran personas que no requerían la protección, si no que venían para regularizar su estatus y no entendían bien la figura de refugio”, resalta Núñez.
La oficina de Acnur en Costa Rica indica que en años anteriores el número de refugiados de cualquier nacionalidad en este país era bastante pequeño, pero a partir de 2018, creció de manera considerable “debido al incremento del ingreso de personas con necesidad de protección internacional, principalmente de Nicaragua”.
La Agencia incluso tuvo que abrir una oficina en Upala, en la frontera entre Nicaragua y Costa Rica, para brindar atención a los nicaragüenses recién llegados. “Acnur se ha tenido que adaptar a las miles de personas que han venido de Nicaragua con necesidad de protección internacional”.
De acuerdo con un informe presentado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en septiembre de 2019, los principales perfiles de los nicaragüenses que han solicitado refugio en Costa Rica son estudiantes que participaron en las manifestaciones y protestas (23%); defensores y defensoras de derechos humanos y líderes de movimientos sociales y campesinos (22%); personas que apoyaron a quienes participaron en las protestas a través de la provisión de alimentos, casas de seguridad y medicinas (18%); médicos (8%); periodistas (2%) y exmilitares y expolicías que se negaron a participar en actos represivos ordenados por el gobierno nicaragüense (2%).
El aporte de los migrantes
Los migrantes en Costa Rica contribuyen en un 12% al producto interno bruto (PIB) del país, de acuerdo con un estudio de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico y la Organización Mundial del Trabajo. Este informe publicado en 2018, el más reciente sobre el tema, también detalla que ocho de cada diez de esos migrantes son nicaragüenses.
Unos 250,000 nicaragüenses viven en zonas urbanas costarricenses, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de Costa Rica (INEC), en su Encuesta Nacional de Hogares de 2020, y 47 de cada 100 de ellos vivían en pobreza extrema.
La organización TECHO Costa Rica, que se dedica a realizar proyectos para mejorar las condiciones de vivienda, acceso a servicios básicos e infraestructura, destaca que la mayoría de nicaragüenses vive en la provincia de San José, seguido por Guanacaste, Alajuela y Heredia.
Diálogo Interamericano destaca en su informe de 2022 que las principales actividades económicas a las que los nicaragüenses se dedican en Costa Rica son el trabajo doméstico, construcción, ventas, restaurantes y agricultura.
Kevin Martínez cree que pudo haber quedado en la calle de no ser por una tía que lo acogió en la capital costarricense. Ella es de la generación que llegó a este país en los noventa y Kevin no sabía que ella estaba en Costa Rica hasta que habló con su padre y le recomendó buscarla. En Nicaragua, el joven pudo terminar su secundaria y en Costa Rica está buscando trabajo para apoyar económicamente a su tía y no representar una carga para ella.
Difícil acceso a la salud

Camilo Esquivel Arana salió en 2015 de Nicaragua cuando su mamá decidió sacarlo de secundaria para llevárselo a vivir con ella a Costa Rica. Él tenía 16 años y su madre llevaba los últimos 10 trabajando en el área doméstica y vendiendo ropa por su cuenta en Costa Rica.
Al consultarle si su mamá cuenta con un seguro médico, Camilo arruga la cara y responde que cuando ella se enferma debe ir a Nicaragua para tratarse.
El 30 de noviembre de 2022, el presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves, dijo que su país está gastando 300 millones de dólares al año para atender a los solicitantes de refugio. Aseguró que eso estaba drenando los recursos de salud y educación, y sostuvo que la ayuda que le daba la comunidad internacional a Costa Rica por atender a estos migrantes no era suficiente.
En esa oportunidad, Naciones Unidas reaccionó a las afirmaciones de Chaves y dijo que la Organización Internacional para la Migración y la Agencia para los Refugiados han desembolsado 94 millones de dólares entre 2018 y 2022 para el financiamiento de varios programas que ayudan a atender a migrantes.
Según Diálogo Interamericano, de los nicaragüenses que llegaron antes de 2018, un 69% tiene acceso a la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), con lo cual pueden acceder a servicios de salud. El organismo también indica que solo un 29% de los nicaragüenses que llegaron después de 2018 a Costa Rica tiene acceso a la seguridad social.
En 2021, Acnur y la Caja Costarricense firmaron un convenio para otorgar un seguro médico a 10,000 solicitantes de refugio. Actualmente, la oficina de Acnur en Costa Rica explica que este seguro está vigente para 6,000 personas, de las cuales 4,397 son nicaragüenses.
Como este seguro es únicamente para refugiados o solicitantes de refugio, Camilo y su madre no pueden acceder a él porque son residentes. El joven actualmente es barbero a tiempo completo y aunque terminó la secundaria en Alajuela, una provincia de Costa Rica, no pudo ingresar a la universidad.
Camilo, ahora de 24 años, dice que no piensa regresar a Nicaragua. “Mucho menos ahora que viven tanta violencia con Daniel Ortega”, comenta. Él consiguió su residencia costarricense debido a que terminó su secundaria en Costa Rica. “Claramente no fue un proceso fácil, más bien fue agobiante por tanta burocracia”, dice con un pronunciado acento tico.
Está saliendo con una muchacha costarricense con la que piensa casarse. También quiere emprender con su propia barbería. “Yo aún tengo familia en Nicaragua, pero personalmente ya me acostumbré a este país”, asegura.
El joven critica que el actual gobierno de Costa Rica esté poniendo “tantas trabas” para los migrantes. “La gente aquí quiere venir a trabajar, no entiendo porqué se les quiere cerrar las puertas”, cuestiona.
Como barbero no gana suficiente dinero, pero al menos logra cubrir sus necesidades básicas. Al igual que su madre, él tampoco cuenta con seguro social. Contrario a Camilo, que no ha ido a Nicaragua desde que llegó a Costa Rica en 2015, su mamá viaja anualmente a visitar a una parte de su familia cerca de Managua. La familia extendida está en la diáspora: otros miembros han emigrado a España y Estados Unidos.
La inserción escolar
El sistema de educación tico también le ha hecho espacio a niños y adolescentes nicaragüenses, pues en Costa Rica, la salud y la educación son gratuitas para los menores de 18 años. En 2022, 36,720 nicaragüenses estaban matriculados entre preescolar, primaria y secundaria en colegios públicos, privados o subvencionados, según datos del Ministerio de Educación Pública (MEP). Esta cifra ha venido en aumento, con excepción del 2021, cuando por la pandemia muchos niños dejaron de ir a la escuela.
Esta es hasta ahora la cifra más alta conocida de nicaragüenses matriculados en el sistema educativo en Costa Rica, según el MEP. Las cifras oficiales no detallan los rangos de edades ni la distribución en los niveles escolares, aunque sí señalan que la mayor matrícula de extranjeros está en primaria, seguido de secundaria y la etapa preescolar.
En las escuelas, la oficina de Acnur ha detectado casos de xenofobia. “Sucede mucho con las personas menores de edad y solicitantes de refugio nicaragüenses”, explican desde ese organismo. Por eso, llevan adelante programas con el Ministerio de Educación para prevenir el acoso o discriminación a los niños extranjeros. Aunque dicen que el impacto de estos proyectos ha sido positivo, admiten que el problema persiste.
Las universidades públicas también han recibido a nicaragüenses desde 2018, sobre todo a jóvenes que huyeron de la represión. La Universidad de Costa Rica (UCR), que ocupa el quinto lugar entre las más prestigiosas de América Latina según el ranking Times Higher Education, registra que entre 2018 y 2021 ingresaron 356 nicaragüenses. En ese mismo periodo, en la Universidad Nacional (UNA) de Costa Rica entraron 120 nicaragüenses; mientras que en el Tecnológico de Costa Rica (TEC) se matricularon 36.
Algunos se han graduado con honores, como José Jesús Morales Aburto. Este joven de 25 años llegó a Costa Rica el 18 de julio de 2018, huyendo de la represión gubernamental en Nicaragua. “En ese momento era salir sí o sí”, dice desde su casa en San José, Costa Rica, donde vive con unos amigos con los que se divide el alquiler.
Llegó a Costa Rica de manera irregular, como lo hicieron centenares de nicaragüenses más durante la mayor etapa represiva que ha vivido Nicaragua en tiempos de paz.
Morales buscó oportunidades de estudio en universidades costarricenses. En Nicaragua, cursaba el cuarto año de Comunicación y Relaciones Públicas en la Universidad de Ciencias Comerciales (UCC), pero no logró terminar la carrera, porque su familia le recomendó salir del país antes de que fuera detenido por participar en las protestas sociales.
“Mi proceso para entrar a la universidad fue muy difícil. Especialmente cuando te encontrás en un contexto de migración o exilio, de persecución política, donde has dejado todo, donde solo has traído contigo tus metas, tus recuerdos, tu familia y lo que eras antes”, narra el joven, originario de Diriá, un pequeño pueblo ubicado cerca de la Laguna de Apoyo, en el Pacífico de Nicaragua.
En septiembre de 2018, dos meses después de haber llegado a Costa Rica, aplicó a Publicidad con énfasis en Producción Multimedia en la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología (Ulacit). Le dieron respuesta en mayo de 2019. “Fue muy complicado por el tema de la burocracia que existe y los requerimientos que piden en el proceso de inserción universitaria. Fue difícil, pero no imposible. La verdad es que cuando tenés las ganas, la pasión, la dedicación y querés de cierta manera sobrepasar los obstáculos, se logra”, cuenta el joven.
La universidad, de rango privado, le solicitó documentos apostillados y autenticados por la cancillería de Nicaragua, pero él no podía hacer la gestión porque ya era solicitante de refugio en Costa Rica y no podía regresar a su país.
“En la búsqueda de esos papeles duré mucho tiempo. Los requerimientos son varios, pero tuve el apoyo de mi familia”, que hizo las gestiones por él en Nicaragua y luego le enviaron los documentos, explica.
José Jesús pudo entrar a la universidad y le convalidaron 10 clases de las que ya había cursado en Nicaragua. También ganó una beca completa por liderazgo y excelencia académica.
Durante la carrera, lo más difícil no fue adaptarse a un nuevo modelo educativo, sino lidiar con las emociones. “Fue dura la separación con mi familia. Desprenderme de mi círculo social. Porque estás en una transición de poder acomodarte en un país que no es el tuyo, con gente que no conoces, con una cultura que, a pesar de ser de un país muy cercano al nuestro, tiene diferencias”, cuenta.
El joven se graduó con honores en 2021. Ese mismo año recibió su estatus oficial de refugiado en Costa Rica. Dice que seguirá formándose y tomando todas las herramientas necesarias para poder retornar un día a Nicaragua y así ayudar a construir el país que anhela.
Esta historia fue realizada gracias al apoyo de la Google News Initiative y con la colaboración del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP).