Dos magnificas pruebas de las prerrogativas de las que gozan los cónsules honorarios fueron el alemán Hans Hermann Weyer, alias el «bello cónsul» y el argentino-uruguayo conocido como Gustavo Gramont Berres, Cónsul Honorarios de Paraguay en Suiza y luego embajador itinerante. El uno admiraba al nazismo y vendía títulos nobiliarios, universitarios y títulos de tierra inexistentes. El segundo contrajo un préstamo multimillonario y puso al Paraguay como garantía; una fortuna gastó el país para liberarse de feroces demandas que pusieron en riesgo todas sus reservas internacionales por más de una década.
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