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Cuando el sonido duele: impactos invisibles en la frontera oceánica de la Amazonía

En la desembocadura del Amazonas, uno de los ecosistemas marinos más ricos y desconocidos del planeta, a la amenaza de las perforaciones petrolíferas se suma el colapso de la pesca artesanal y el aumento de casos de animales marinos varados. La vida oceánica resiste en silencio, mientras sonidos invisibles anuncian un desequilibrio cada vez más difícil de ignorar.

17/06/2025

Por: Rudja Santos (Amazônia Real)

Pesquisadores coletam amostras de cachalote-pigmeu, em Calc?oene Jose? Eduardo Lima PCMC AP

Foto: IEPA

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En el punto más septentrional de Brasil, donde el río Amazonas desemboca en el mar, uno de los ecosistemas más ricos -y menos estudiados- de la Amazonia costera está amenazado. Allí donde se entrecruzan estuarios, manglares, arrecifes sumergidos y aguas oceánicas, la vida que siempre ha florecido en abundancia empieza a mostrar signos de colapso. Las ondas sonoras emitidas por la industria petrolera para localizar petróleo en los fondos marinos están afectando a los habitantes de estas aguas. Los mamíferos varados y la aparición de peces raros indican que algo silencioso -y grave- está en marcha.

Julio García, pescador desde hace 45 años y presidente de la colonia de pescadores de Oiapoque, conoce bien estas aguas. Fue allí, donde el Amazonas se despide de tierra firme y se disuelve en el océano, donde siempre ha pescado, en armonía con los ciclos de la naturaleza, atento a cada cambio del viento, a cada silencio de las mareas.

Pero algo ha cambiado: “El mar está enfermo”, dice Julio. Y con él, también está enfermo el modo de vida de las comunidades ribereñas e indígenas que dependen de la pesca artesanal para subsistir. Delfines, marsopas, ballenas migratorias, peces, moluscos, crustáceos y corales -muchos aún desconocidos para la ciencia- comparten este territorio amenazado, donde naturaleza, cultura y subsistencia están profundamente entrelazadas. Los peces capturados en las turbias aguas del estuario abastecen los mercados locales, centros urbanos como Macapá e incluso otras regiones del país. Sin embargo, este ecosistema, que conecta biomas, culturas y formas de vida, está cada vez más amenazado.

La amenaza proviene de diferentes frentes, pero uno de los más controvertidos es la posibilidad de exploración petrolífera en la región. Petrobras inició estudios de sísmica 3D en la cuenca de Foz do Amazonas en 2013, tras adquirir bloques de exploración en la 11ª Ronda de Licitaciones de la ANP. Entre 2014 y 2015, la empresa avanzó en la adquisición y procesamiento de datos sísmicos en la región. En 2017, el Ibama denegó la licencia para perforar pozos, señalando defectos en el Estudio de Impacto Ambiental (EIA-RIMA).

La empresa estatal volvió a solicitar autorización en 2023, centrándose en el pozo denominado Morpho (FZA-M-59), pero la solicitud fue rechazada de nuevo debido a los riesgos medioambientales para el sensible ecosistema conocido como Sistema Arrecifal Amazónico. En 2024, el Ibama aprobó el plan de emergencia de Petrobras, permitiendo que el proceso de concesión de licencias ambientales siguiera adelante. En 2025, la empresa espera la autorización final para iniciar la perforación. 

Imagen 1
Más pequeños y difíciles de encontrar: los peces de la costa de Amapá reflejan el desgaste de un ecosistema bajo presión. Foto: Rudja Santos

Las poblaciones locales ya están notando cambios: peces más pequeños, periodos de escasez más largos y desaparición de especies comunes. La falta de datos actualizados sobre la fauna marina y la ausencia de una vigilancia eficaz agravan la situación, mientras que bajo la superficie aparecen signos de desequilibrio. La desembocadura del Amazonas, verdadero laboratorio natural a cielo abierto, se encuentra en el centro de una disputa entre conservación, conocimientos tradicionales y explotación económica.

La falta de estudios y datos específicos crea lagunas que dificultan diagnósticos precisos, abriendo espacio para que la narrativa de la “ignorancia ambiental” se utilice como justificación para avanzar sobre una de las regiones más sensibles de la costa brasileña. El monitoreo realizado por el Instituto de Investigación Científica y Tecnológica del Estado de Amapá (IEPA), en colaboración con el Instituto Federal de Amapá (IFAP), a través del Proyecto de Caracterización y Monitoreo de Cetáceos (PCMC), con el apoyo de estudiantes y técnicos veterinarios, indica un aumento en el número de animales varados, vivos o muertos. El estado de estos cuerpos muestra signos de creciente estrés ambiental, con lesiones internas, desnutrición e interacciones con redes de pesca entre las causas más probables.

Pero hay un factor aún menos visible pero igualmente destructivo que contribuye a este escenario desequilibrado: el sonido.

Guerra acústica submarina

Los cañones de aire comprimido, disparados cada diez segundos durante la prospección sísmica, son una parte fundamental del proceso exploratorio para identificar la viabilidad de extraer petróleo en la región. Sin embargo, estos disparos convierten el medio marino en un auténtico campo de guerra acústico, alterando el comportamiento, desorientando a los animales y amenazando toda la estructura ecológica local. La contaminación acústica avanza silenciosamente sobre uno de los ecosistemas marinos más biodiversos del planeta. En la desembocadura del Amazonas, incluso antes de que empiece la exploración petrolífera, la vida marina ya está sufriendo los efectos de este impacto invisible. Para ello, Petrobras está realizando estudios geofísicos, incluidos datos sísmicos, con el fin de cartografiar las estructuras subterráneas y evaluar el potencial petrolero de la zona.

La contaminación acústica representa hoy el primer gran impacto de la industria petrolera en los océanos, según el ingeniero bioacústico y director ejecutivo de la Universidad Politécnica de Cataluña Michel André, una de las mayores autoridades mundiales en el estudio de la comunicación animal submarina. “La principal fuente de impacto en el océano es hoy el sonido, mucho antes que la primera gota de petróleo”, advierte. En un medio en el que la mayoría de los organismos dependen del oído para cazar, huir de los depredadores y reproducirse, advierte de que el aumento incontrolado del ruido artificial podría desencadenar un efecto dominó de consecuencias irreversibles.

Durante las actividades de prospección sísmica, Petrobras utiliza cañones de aire comprimido que disparan ondas sonoras cada diez segundos, alcanzando niveles de más de 230 decibelios, más fuertes que el sonido de un cohete al despegar. Según datos de la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos), los cetáceos, como las marsopas y las ballenas, empiezan a sufrir estrés acústico a partir de los 120 decibelios, y pueden producirse graves daños auditivos a partir de los 160 decibelios. Esto significa que el ruido generado no sólo supera los límites soportables por estas especies, sino que puede provocar desorientación, sordera permanente e incluso la muerte. 

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Impacto del ruido submarino: marsopas y ballenas sufren con sonidos superiores a 120 dB; por encima de 160 dB, hay riesgo de sordera y muerte. Fuente: NOAA (US National Oceanic and Atmospheric Administration).

Para los animales que se orientan y comunican esencialmente por el sonido, como los delfines grises, las ballenas jorobadas, los cachalotes e incluso algunas especies de peces como las corvinas, los impactos de la contaminación acústica representan una amenaza directa para la supervivencia y el entorno se convierte en un campo de minas invisible, donde la supervivencia deja de ser una cuestión natural para convertirse en un desafío acústico. “Es como intentar hablar en medio de una guerra de fuegos artificiales”, compara André. “Si un animal pierde el oído, está condenado. Y lo que es peor: ni siquiera nos damos cuenta de que está muerto”.

La desembocadura del Amazonas, parte de la llamada Amazonia Azul, alberga poblaciones de especies como el manatí, el delfín gris y varias tortugas y ballenas, para las que la comunicación sonora es vital. Cuando el sonido se enmascara o se destruye, no es sólo un animal el que sufre.

Es toda la cadena alimentaria la que se ve alterada”, subraya André. Muchas especies dependen de la comunicación sonora para orientarse, encontrar pareja, evitar a los depredadores y cazar. Si estas señales se interrumpen, se pone en peligro la supervivencia de los distintos niveles de la cadena alimentaria, lo que afecta desde los pequeños organismos hasta los grandes depredadores, desequilibrando todo el ecosistema marino.

A pesar de la gravedad del problema, se sigue descuidando la vigilancia acústica. Michel André señala que, aunque las tecnologías basadas en la inteligencia artificial ya permiten detectar especies sensibles y adaptar las actividades humanas en tiempo real, pocos proyectos las adoptan de forma coherente. “Hoy en día, la técnica existe. Podemos cartografiar paisajes sonoros, identificar especies en peligro e incluso suspender las operaciones durante unos minutos para que los animales se alejen. Pero esto requiere una actitud proactiva por parte de las empresas”, explica.  

Cita un ejemplo: en la década de 2000, la construcción de un parque eólico en el mar Báltico (Alemania) generó un intenso ruido submarino durante la instalación de las turbinas. Poco después, unos delfines quedaron varados en la zona, lo que provocó protestas ecologistas y la suspensión de las obras por parte del gobierno. Como la empresa no disponía de datos científicos que demostraran que el proyecto y los varamientos no estaban relacionados -a pesar de tratarse de una zona con antecedentes de sucesos similares-, las obras se paralizaron durante seis meses.

Este caso demuestra la importancia de las medidas preventivas, como la vigilancia acústica y la recogida de datos medioambientales, antes de iniciar proyectos en el mar. André critica la falta de leyes que obliguen a mitigar el ruido, pero subraya que las propias empresas deben adoptar medidas preventivas. “No podemos esperar a que haya conflictos. Gobiernos, científicos, empresas y sociedad deben unirse. Todos somos consumidores, todos somos responsables”.

Vigilancia: la ciencia local en primera línea

En el litoral de Amapá, se está haciendo un esfuerzo de emergencia para registrar los primeros indicios de este impacto ambiental, que aún se conoce poco. El veterinario Luiz Fernando Sabioni, miembro del equipo del Instituto Estatal de Investigación Científica y Tecnológica (IEPA), participa en patrullas quincenales en las playas de Goiabal y Calçoene. En estas expediciones, el equipo busca animales marinos varados. “Evaluamos los varamientos y, siempre que es posible, examinamos las bulas timpánicas de los cetáceos para investigar posibles lesiones causadas por el sonido, que podrían indicar impactos de la actividad sísmica”, explica Sabioni. 

El veterinario subraya las dificultades logísticas de estas misiones: “Llegar rápidamente hasta estos animales es complicado. Incluso cuando un animal está registrado como código 2, puede evolucionar a código 3 en pocas horas debido a las grandes distancias”. Explica que la clasificación de los animales sigue un sistema basado en su estado: “El código 1 indica un animal vivo. El código 2 se refiere a un animal muerto pero aún bien conservado. El código 3 indica que el cuerpo presenta signos de descomposición, lo que impide el análisis del oído interno, esencial para el seguimiento”.

El Proyecto de Caracterización y Monitorización de Cetáceos (PCMC) es una iniciativa que pretende evaluar los efectos de las actividades sísmicas sobre la fauna marina, principalmente en la cuenca del Pará-Maranhão y en la desembocadura del Amazonas. Esta evaluación es una exigencia del Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (IBAMA) para el licenciamiento ambiental de proyectos de exploración de petróleo en el Margen Ecuatorial. En Amapá, el proyecto se lleva a cabo en colaboración entre el IEPA, el Instituto Federal de Amapá (IFAP) y el Campus Agrícola de Porto Grande, con el apoyo de estudiantes y técnicos veterinarios. 

FOTO 3 – Registro de um encalhe no Amapa?_ animal marinho e? encontrado morto por pesquisadores do IEPA, que monitoram os efeitos ambientais na regia?o. Foto_ IEPA.
Registro de un varamiento en Amapá: un animal marino es encontrado muerto por investigadores del IEPA, que monitorean los efectos ambientales en la región. Foto: IEPA.

Desde el inicio de las operaciones se han encontrado varios animales marinos varados, entre ellos delfines grises (Sotalia guianensis), manatíes y tortugas verdes. Muchos de estos animales estaban en fase juvenil, lo que es motivo de preocupación por su impacto sobre la sostenibilidad de las poblaciones locales.  

Los análisis preliminares sugieren que las frecuencias sonoras generadas por la actividad sísmica pueden estar afectando al comportamiento y la salud de los cetáceos, conduciéndolos a zonas menos habitadas. Sabioni explica que “los cetáceos utilizan mucho el oído para comunicarse y localizarse”.

El monitoreo en tres frentes – sensibilización, patrullaje y análisis – busca precisamente entender estos patrones y causas bajo la perturbación causada por los estudios sísmicos y la vida marina. Los datos preliminares ya revelan un escenario preocupante: entre 2023 y 2025, el Programa de Monitoreo de Varamientos (PCMC) registró 170 mamíferos marinos y 907 quelonios muertos o debilitados a lo largo de la costa amazónica. Más del 97% de los mamíferos y el 67% de las tortugas se encontraron sin vida, pero es su posible conexión con las actividades humanas lo que hace saltar las alarmas.

Mientras que los enredos en redes de pesca y la depredación natural parecen ser las causas inmediatas, las ondas de choque de la actividad sísmica son capaces de desorientar e incluso matar a especies que dependen de la ecolocalización, un sistema natural de orientación y comunicación basado en la emisión y recepción de sonidos, utilizado por animales como los delfines y las ballenas para “ver” su entorno, localizar presas y comunicarse. 

El aumento de varamientos durante periodos de actividad sísmica ya se ha observado en varias regiones del mundo. Un estudio de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte analizó 351 varamientos a lo largo de dos décadas, identificando que 65 se produjeron en la semana siguiente a las operaciones sísmicas. De ellos, cinco presentaban signos patológicos compatibles con el síndrome de embolia gaseosa, potencialmente asociado a la exposición a la actividad sísmica. 

Pesquisadores coletam amostras de cachalote-pigmeu, em Calc?oene Jose? Eduardo Lima PCMC AP
Registro de un varamiento en Amapá: un animal marino es encontrado muerto por investigadores del IEPA, que monitorean los efectos ambientales en la región. Foto: IEPA.

Los registros de varamientos de estos animales, analizados junto con el aumento del tráfico pesquero y la posibilidad de prospecciones petrolíferas, actúan como una especie de termómetro del impacto humano en el ecosistema. Está claro que la zona se enfrenta a presiones crecientes: según los datos recogidos por el Instituto Serrapilheira, el esfuerzo pesquero ha aumentado significativamente en los últimos años, los varamientos de mamíferos y quelonios se han hecho más frecuentes, y las ondas sonoras de las prospecciones sísmicas suscitan preocupación entre ecologistas y científicos por la desorientación de la fauna marina.

“Estamos hablando de una apuesta ciega”, advierte Mariana Andrade, coordinadora de la campaña de océanos de Greenpeace Brasil, que sigue de cerca los impactos y contradicciones de este proceso. En una entrevista, destacó el riesgo de realizar este tipo de actividad en una región aún poco conocida por la ciencia y extremadamente sensible desde el punto de vista ecológico. “La cuenca de Foz do Amazonas es una región muy especial desde el punto de vista de la biodiversidad. Tiene una dinámica de corrientes compleja, con muchos organismos fijos en el fondo marino y también especies de gran tamaño, como ballenas y delfines”, explica.

Greenpeace ha llevado a cabo dos grandes expediciones a la región: la primera, entre 2016 y 2018, en la que se utilizaron sumergibles para grabar imágenes del fondo marino y recopilar datos sobre los ecosistemas locales; y una segunda, más reciente, llamada “Costa Amazónica Viva”, en la que se lanzaron boyas a la deriva -pequeñas boyas con GPS- para rastrear las corrientes marinas. Los resultados fueron impresionantes. “Algunos de estos equipos llegaron rápidamente a Surinam, la Guayana Francesa e incluso a Florida, en Estados Unidos. Esto demuestra lo conectada que está esta región y cómo un posible vertido de petróleo, por ejemplo, puede tener repercusiones transfronterizas casi inmediatas.”

La actividad sísmica y sus efectos secundarios

Aunque no realiza sus propios estudios sobre contaminación acústica, Greenpeace sigue de cerca las recomendaciones del Ibama y los debates científicos sobre el impacto de la actividad sísmica. “Este tipo de estudios dispara chorros de aire a muy alta presión en el lecho marino para cartografiar el subsuelo. Es un sonido muy fuerte y constante que puede afectar directamente a los animales que dependen de la ecolocalización, como las ballenas y los delfines. Pero también puede confundir o ahuyentar a bancos enteros”, explica Mariana Andrade.

Subraya que las repercusiones son tanto medioambientales como económicas. “Los peces desorientados no siguen sus pautas migratorias. Se alejan de los caladeros tradicionales. Esto afecta directamente a los pescadores artesanales, que ya dependen de un medio ambiente equilibrado para garantizar su sustento.” La coordinadora señala también que el impacto de estas olas no es sólo local: puede alterar ecosistemas que se extienden cientos de kilómetros, afectando a rutas migratorias, cadenas alimentarias y modos de vida enteros. Las prospecciones petrolíferas en zonas ecológicamente frágiles, combinadas con la sobrepesca y la falta de vigilancia, pueden desencadenar un colapso ecológico silencioso. Los varamientos de mamíferos marinos, los registros de organismos centinela y el aumento del esfuerzo pesquero son partes de un mismo rompecabezas.

Entre ecología, geopolítica y colapso: ¿qué está en juego?

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Bloques de exploración petrolífera en el Margen Ecuatorial, incluida la desembocadura del Amazonas. Imagen por cortesía de Petrobras.

Mientras las miradas del país se dirigen a los debates sobre la exploración de petróleo en la región, datos más inéditos revelan una evolución igualmente preocupante: entre 2016 y 2024, el esfuerzo pesquero aparente aumentó un 14,12% en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) brasileña entre los estados de Amapá, Pará, Maranhão y Piauí. La intensificación de la actividad pesquera, a menudo sin un control o inspección adecuados, amenaza a las propias especies que constituyen la base de esta economía tradicional – y exacerba los riesgos socioambientales en un territorio ya vulnerable.

El análisis del esfuerzo pesquero -calculado en horas por kilómetro cuadrado (h/km²)- muestra una distribución desigual, pero con una clara tendencia a intensificarse en puntos estratégicos, especialmente en una región que alberga formaciones únicas compuestas principalmente por estructuras carbonatadas, algas calcáreas, rodolitos y lechos de esponjas. Esta singularidad ecológica hace aún más valiosa la zona, próxima a la desembocadura del río Amazonas. Esta zona, que alberga un sistema de arrecifes único en el mundo y varias especies endémicas, sufre una doble presión: por un lado, el aumento de la actividad pesquera; por otro, el avance de las perforaciones y los intereses de la industria petrolera.

Los datos recogidos por los investigadores Marina Méga, Maria Napolitani y Iago Simões, que forman parte del programa de formación en ecología cuantitativa del Instituto Serrapilheira, muestran que el esfuerzo pesquero medio anual ha aumentado de forma constante. En 2016, rondaba las 17,63 h/km²; en 2024, alcanzará las 20,12 h/km². En las zonas de mayor presión, el salto fue aún más alarmante: de 184,72 a 273,09 h/km². Este aumento concentrado sugiere que otras zonas ya se están agotando o que pocas áreas conservan aún poblaciones viables: una señal clásica de que el sistema está al borde del colapso pesquero, cuando pescar más significa encontrar cada vez menos.

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El esfuerzo pesquero en el Margen Ecuatorial aumentó entre 2016 y 2024, con un aumento significativo en las zonas más presionadas. Fuente: Instituto Serrapilheira (2025).

La pesca artesanal desempeña un papel esencial en la economía de Oiapoque, municipio situado en la desembocadura del río Amazonas, con un impacto directo en la seguridad alimentaria y la generación de ingresos de cientos de familias. La actividad proporciona empleos directos e indirectos e impulsa significativamente la economía local. Con un PIB estimado en 106 millones de reales al año, el sector pesquero del estado tiene un potencial explotable de hasta 400.000 toneladas anuales. Esta importancia económica hace que la pesca sea vulnerable a los riesgos asociados a la prospección de petróleo en la desembocadura del Amazonas.

Este impacto no es sólo estadístico: se refleja directamente en la rutina de quienes viven de la pesca. Julio García, pescador artesanal de Oiapoque, informa de que la actividad es cada vez más difícil: “La pesca ha ido disminuyendo en los últimos años. Nos enfrentamos a un gran conflicto con las industrias pesqueras, que han ido ahogando a los pequeños pescadores”, afirma.

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Redes vacías y mayores distancias: los retos de la pesca artesanal afectan a la seguridad alimentaria de las comunidades costeras. Foto Davi Marworno.

Observa que los peces son más pequeños y escasos. “La proporción que solíamos pescar, hoy ya no la pescamos. El esfuerzo pesquero es demasiado grande. Las industrias han reducido la malla de sus redes, por lo que capturan muchos peces pequeños”, lamenta. Entre las especies más capturadas están la merluza amarilla, la corvina (canguçu), la gurijuba, la uritinga, el siluro y la merluza blanca, pero, según el pescador, incluso éstas son cada vez más difíciles de encontrar. “Se están alejando de la costa, quizá por la presión a la que está sometido el mar”, dice Julio.

Se muestra escéptico ante una posible prospección petrolífera en la región: “Puede que traiga desarrollo para algunos, pero para nosotros, los pescadores, no cambia gran cosa. La mayoría somos semianalfabetos. ¿Qué trabajo vamos a conseguir en Petrobras?”, se pregunta. A pesar de ello, reconoce que se ha iniciado el diálogo con la empresa, aunque tímidamente. “Después de mucha presión, empezaron a venir a hablar. A veces nos cuentan lo que hacen, y algunos pescadores incluso nos apoyan con sus barcos”.

El miedo, sin embargo, persiste: “Si ocurre un accidente, no tenemos adónde huir. Estamos entre la Guayana Francesa y la tierra indígena. Afectará a todos: a los pescadores, a la economía, a todo Oiapoque”.

FOTO 2 – Em a?guas desafiadoras_ barco artesanal navega pelo Oiapoque em busca de sustento em tempos de escassez. – foto Davi Marworno
La pesca que perdura: una barca en Oiapoque simboliza el esfuerzo diario de las familias ribereñas por la seguridad alimentaria. Foto: David Marworno

Carrera por las licencias: entre promesas e incertidumbres

Petrobras, por su parte, argumenta que está invirtiendo en nuevas fronteras con responsabilidad medioambiental. Según la empresa, su interés en el Margen Ecuatorial -que incluye la desembocadura del Amazonas- tiene como objetivo satisfacer la demanda mundial de energía mediante la exploración de reservas consideradas prometedoras. En su comunicación institucional, Petrobras afirma que “desarrolla sus actividades de acuerdo con la legislación vigente”, cumpliendo “todos los requisitos legales y ambientales”, y que la licencia solicitada prevé “sólidos planes de mitigación de impactos, incluyendo una estructura de respuesta para emergencias ambientales y salvaguardas para áreas sensibles”.

La empresa fue contactada por el informe, pero no concedió una entrevista. En un comunicado, afirmó que “mantiene un diálogo constante con los organismos reguladores” y que “sigue comprometida con la seguridad operativa y la protección del medio ambiente en todas sus actividades”.

En mayo de 2025, el Ibama aprobó el concepto del Plan de Protección y Asistencia a la Fauna Petrolera (PPAF) de Petrobras, lo que permite a la empresa pasar a la última etapa del proceso de concesión de licencias: simular la respuesta a un posible vertido de petróleo. Está previsto que la plataforma NS-42, destinada a esta operación, llegue a la región a finales de junio, una vez concluida la limpieza de los corales de su casco. Sin embargo, la realización del simulacro depende de la coordinación entre los equipos técnicos del Ibama y de Petrobras para definir el calendario de pruebas. Mientras tanto, los debates sobre la necesidad de un estudio ambiental exhaustivo (AAAS) y las propuestas legislativas, como la Licencia Ambiental Especial (LAE), que pretende facilitar la concesión de licencias para emprendimientos estratégicos, siguen generando discusiones entre ecologistas, políticos y la sociedad civil.

La desembocadura del Amazonas está en vilo. El varamiento de especies marinas, la creciente dificultad de la pesca artesanal y los efectos de la prospección sísmica apuntan a un escenario de creciente desequilibrio ambiental. Incluso ante pruebas concretas de impacto, la prospección petrolífera avanza en una región aún poco conocida por la ciencia y desprotegida por evaluaciones ambientales exhaustivas.

Lo que está en juego no es sólo la biodiversidad de una de las zonas más sensibles del país, sino también la seguridad alimentaria, la economía local y el modo de vida de las comunidades que dependen directamente del mar. Sin decisiones basadas en datos coherentes y medidas de precaución eficaces, el riesgo de colapso ecológico y social deja de ser una hipótesis para convertirse en una posibilidad concreta.

La publicación de este informe especial ha contado con el apoyo de Amazonia Real 

Lazos Amazónicos

Este reportaje es resultado de una colaboración entre periodistas y científicos latinoamericanos, impulsada por el Instituto Serrapilheira de Brasil y el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), para explorar como daños a la biodiversidad de la Amazonia perturban los distintos servicios ambientales que ésta proporciona al continente.

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